Don Relato Breve Intrascendente acudió a visitar a Doña Novela Interminable Filosófica y Conceptual de las Mentes. Llevábale dos regalos: Un florido ramo de frases cortas y una honesta proposición de arrejuntamiento perpetuo y colaboración literaria. Llegado y plantado frente al timbre de la barroca fachada de «Nove», como la llamaba cariñosamente en la intimidad de sus cortos coitos escritos, Don Relato oyó unas sospechosas risas provenientes de la biblioteca, sancta sanctorum de sus encuentros erótico-bibliográficos dos veces por semana. Un sexto sentido hizo que se le erizaran sus pequeñas tapas de pasta blanda. Aplicó el mismo sentido a la puerta y pudo reconocer la voz de su rival, Don Ensayo Reflexivo y Consecuente, primo hermano suyo y un traidor con todas las páginas. Asimismo, unos suspiros como de correrse las hojas le sacaron de toda duda: Le estaban adornando la portada con una ilustración córnea que él no había pedido ni merecía. Así pagaba sus desvelos aquella maldita perra presuntuosa y haragana; claro, como nadie la leía, tenía todo el tiempo del mundo para entregarse a las tentaciones del papel impreso. En cambio, él, siempre profanado de mano en mano, siempre esclavo de la consabidas y temidas frases: «Toma, léelo, es divertido», «Muy fácil de digerir», «No significa nada, pero es guay», etc…

Tomó una irrevocable decisión: después de lanzar las floridas frases contra la aldaba de su presuntuosa e infiel novia, encaminóse a los barrios bajos, donde pasó la noche en compañía de varias novelas pornográficas, infectadas por el terrible azote del gorgojo inmunodeficiente aluminósico del papel o GIAP. Por supuesto que no tomó ningún tipo de precaución al respecto. Al día siguiente, se puso sus mejores tapas y acudió a casa de su adorada, que le recibió con los mismos ardores de siempre, haciendo el amor sin ningún tipo de pudor y con tantas prisas que ni acertaron a sacarse el punto de lectura de entre las páginas. En la fogosidad de ella podía leerse un leve tinte de arrepentimiento, pero ya era demasiado tarde. La venganza estaba servida.

Cuando el autor los encontró, meses después, carcomidos por la terrible plaga, apenas quedaban unos restos del título de Don Relato: «Historia breve e intranscendente de un relato sordo que creía tener un sexto sentido, o los enfermizos celos de un texto impreso».

Xavi Demelo