Ni los más viejos del lugar recuerdan cuándo el pueblo de Sanquetedén sufrió la escisión que lo convertiría en Sanquetedén de Arriba y Sanquetedén de Abajo. En tiempos inmemoriales eran simples barrios que, como mucho, competían en el noble arte de la pesca del mejillón de montaña, especie ya extinguida, o en la técnica ancestral de pisar uva con chancletas, pero poco más.

Ni tampoco se conoce porqué aconteció susodicha separación, aunque un afamado antropólogo de la comarca, Giliberto Huesos, achaca el conflicto a una diferencia semántica-toponímica surgida en una discusión de taberna, durante las últimas fiestas patronales de las que se tiene constancia.

Lo que sí se sabe de verdad es que el carácter de los habitantes y sus costumbres fueron cambiando paulatinamente. Y lo hicieron en direcciones opuestas, como para así poder remarcar cada vez más sus diferencias.

Los naturales de Sanquetedén de Arriba se volvieron abúlicos, que es como ser perezoso durante todas las horas del día y fiestas de guardar. Todo les daba igual; limpiaban sus casas cada 31 de febrero, lavaban la ropa la semana de los tres jueves y compraban comida cada vez que el gallo ponía un huevo. ¡Ah! Y tan solo se pasaban el día tumbados dos veces al año: Cuando era su cumpleaños y cuando no lo era.

En otro orden de cosas, los parroquianos de Sanquetedén de Abajo tornáronse unos gorrones de muy padre y señor mío; empleaban sus horas, sus días, sus meses y sus años en pedir ayudas, subvenciones, enchufes, prebendas y todo tipo de favores. Llegaron a conseguir prestaciones tan curiosas como la pensión por haber nacido persona, la ayuda familiar por no tener familia o las indemnizaciones por accidentes sucedidos en vidas pasadas.

La rivalidad y odio entre vecinos iba en aumento, hasta que un buen día decidieron verse las caras en un terreno baldío que se encontraba entre ambos municipios, que podríamos llamar “Tierra de nadie”.

Llegado el día y la hora del desafío, y habiéndose congregado allí una multitud de curiosos venidos de toda la comarca, con sus sillas, sombrillas, hamacas y sus respectivos piscolabis y material de picnic, resulta que la confrontación no pudo realizarse: Los de Arriba no escucharon el despertador y los de Abajo estaban pendientes de una ayuda que por lo visto tenía que caer del cielo de un momento a otro.

Por cierto, estos últimos acabaron aquejados de una grave tortícolis.

Unos por pereza y otros por excesivo afán, nadie tenía tiempo de hacerle la puñeta al prójimo como hubiese deseado, así que pensaron en cambiar el nombre del pueblo, y que esa nueva denominación fuera muy irrespetuosa, tremendamente desafiante y a la vez rezumara desprecio por sus vecinos.

Y fue así que los dos pueblos pasáronse a llamar Sanquetedén Por Arriba y Sanquetedén Por Abajo, con todos los problemas y vicisitudes que esa decisión acarrearía en el futuro.

Pero de eso hablaremos otro día.

Xavi

Imagen de Peter H en Pixabay