Biografía

Nací el 25 de junio de 1960, entre las piernas de mi madre, que no pudo parir en casa, ya que la comadrona se encontraba muy ocupada preparando la comida a su marido. Fui un niño risueño, alegre, travieso, que jugaba siempre en la calle. Lector empedernido, escribía y dirigía teatro en el patio de la escuela desde los ocho años, infausta fecha en la que fui inscrito contra mi voluntad  en un colegio del Opus Dei al que asistí durante los siete años siguientes, circunstancia traumática que no lograron sanar del todo los catorce años de terapia que hice más tarde (la terapeuta me hizo un 2X1). 

Pero había luz al final del túnel: En 1975 fui expulsado del colegio de marras y di con mis huesos en una escuela laica, libre y mixta, con lo que la pubertad, las espinillas  y los misterios del alma femenina se ofrecieron de golpe ante mí, que los miraba con los ojos abiertos como platos. La pubertad y las espinillas se fueron con el cambio de década, pero los misterios del alma femenina han seguido intrigándome hasta ahora, con todos los efectos secundarios que el lector o lectora pueda imaginarse. También quedó en mí un estado de juventud eterna y perpetua huida hacia adelante que me llevó a tener una carrera profesional y personal tan errante, errática y errónea como mi vida amorosa, que ya es decir. 

Fui, entre otras cosas, panadero, camarero, chupatintas, vendedor, inspector de seguros, politoxicómano de fin de semana, guarda-agujas durante el servicio militar, propietario de un negocio de planchado de ropa de confección, director de ventas de una comercial de quesos y chocolates de importación, relaciones públicas de diferentes discotecas, incluso llegué a tener, junto con dos socios, una agencia matrimonial  y de contactos de toda índole (sí, sí, todo lo que tu imaginación calenturienta pueda pensar estaba en nuestro catálogo) con franquiciados en toda España y parte del extranjero. 

A los treinta seis años, después de haberme arruinado por enésima vez y con una vida sentimental, social, emocional y espiritual calcada a la de aquel cactus del jardín que jamás se riega, decidí, yo solito, que lo mejor sería acabar una vez por todas con este valle de lágrimas. Pero, cosas de la muerte, cuando sólo me faltaba decidir el cuándo y el cómo, caí en las garras de una terapeuta pre-jubilada muy severa y competente y, en lugar de suicidarme, decidí sanarme. Cinco años después tuve a mi primer hijo y logré reunir la suficiente autoestima para dedicarme profesionalmente al teatro y a los escenarios, mi otra gran pasión, aparte de la escritura. Mientras actuaba por un montón de localidades de Catalunya y parte del extranjero, también publiqué dos libros: La Tornada (Editorial Granollers) y La Bala Pepeta (Ayuntamiento de Rubí), que fueron adaptados en su momento, como no, también para la escena.

Biografia

Nací el 25 de junio de 1960, entre las piernas de mi madre, que no pudo parir en casa, ya que la comadrona se encontraba muy ocupada preparando la comida a su marido. Fui un niño risueño, alegre, travieso, que jugaba siempre en la calle. Lector empedernido, escribía y dirigía teatro en el patio de la escuela desde los ocho años, infausta fecha en la que fui inscrito contra mi voluntad  en un colegio del Opus Dei al que asistí durante los siete años siguientes, circunstancia traumática que no lograron sanar del todo los catorce años de terapia que hice más tarde (la terapeuta me hizo un 2X1). 

Pero había luz al final del túnel: En 1975 fui expulsado del colegio de marras y di con mis huesos en una escuela laica, libre y mixta, con lo que la pubertad, las espinillas  y los misterios del alma femenina se ofrecieron de golpe ante mí, que los miraba con los ojos abiertos como platos. La pubertad y las espinillas se fueron con el cambio de década, pero los misterios del alma femenina han seguido intrigándome hasta ahora, con todos los efectos secundarios que el lector o lectora pueda imaginarse. También quedó en mí un estado de juventud eterna y perpetua huida hacia adelante que me llevó a tener una carrera profesional y personal tan errante, errática y errónea como mi vida amorosa, que ya es decir. 

 

Fui, entre otras cosas, panadero, camarero, chupatintas, vendedor, inspector de seguros, politoxicómano de fin de semana, guarda-agujas durante el servicio militar, propietario de un negocio de planchado de ropa de confección, director de ventas de una comercial de quesos y chocolates de importación, relaciones públicas de diferentes discotecas, incluso llegué a tener, junto con dos socios, una agencia matrimonial  y de contactos de toda índole (sí, sí, todo lo que tu imaginación calenturienta pueda pensar estaba en nuestro catálogo) con franquiciados en toda España y parte del extranjero. 

A los treinta seis años, después de haberme arruinado por enésima vez y con una vida sentimental, social, emocional y espiritual calcada a la de aquel cactus del jardín que jamás se riega, decidí, yo solito, que lo mejor sería acabar una vez por todas con este valle de lágrimas. Pero, cosas de la muerte, cuando sólo me faltaba decidir el cuándo y el cómo, caí en las garras de una terapeuta pre-jubilada muy severa y competente y, en lugar de suicidarme, decidí sanarme. Cinco años después tuve a mi primer hijo y logré reunir la suficiente autoestima para dedicarme profesionalmente al teatro y a los escenarios, mi otra gran pasión, aparte de la escritura. Mientras actuaba por un montón de localidades de Catalunya y parte del extranjero, también publiqué dos libros: La Tornada (Editorial Granollers) y La Bala Pepeta (Ayuntamiento de Rubí), que fueron adaptados en su momento, como no, también para la escena.

Diez años y otro hijo (esta vez una deliciosa niña) después, habiéndome dado la vuelta cual calcetín y reinventado en repetidas ocasiones, y considerándome una persona moderadamente feliz y conectada con la vida, volvió a mí el prurito de escribir. Desde mis conocimientos como terapeuta esencial, paciente profundo y otros títulos adquiridos no sin esfuerzo en el supermercado espiritual, decidí dar luz a El Camino del Perdedor, un libro de “antiayuda” (humor y autoayuda). Con este engendro pretendía dar herramientas a las personas que, como yo en la primera etapa de mi vida, escogen, en esta sociedad de la abundancia y del bienestar, transitar por la otra senda, la del perdedor. Herramientas para que fracasen del todo, con conocimiento de causa y libertad de elegir. Un libro que me valió, por parte de mi editor (EDAF), el calificativo de “humorista terapéutico”, denominación con la que últimamente me defino cuando me hacen aquella típica y tópica pregunta de “¿Y tú a qué te dedicas?”. (Bueno, y también digo, con sorna, que soy “maestro espiritual”). Después escribí, en catalán (nadie es perfecto, jejeje), el libro Un Arbequí a Barcelona, publicado por la editorial Memorias Ediciones, y, a través de mi agente editorial, escribí como “negro” para Círculo de Lectores, los libros Regálate dulces sueños, Regálate confianza y Regálate buena suerte. La verdad es que quedé bastante “regalado” con la experiencia.:)

En julio del 2014 una editora murciana y visionaria me llamó mientras estaba en la playa y decidió publicar Hadas del presente, superhéroes del ahora, un texto que dormía el sueño de los justos en el ordenador de mi agente editorial. Mientras tanto, mi vocación por los escenarios y mi afición por la docencia habían convergido en un seminario para enseñar a las personas a hablar en público “desde el corazón”. A este invento lo llamé “Comunicar desde el amor y no desde el miedo”. 

Y en este momento fue cuando Un Curso de Milagros llegó a mi vida y comenzó a teñir todo lo yo que hacía y decía. Y, casi sin darme cuenta, comencé a impartir el Curso a determinadas personas que después insistían en crear grupos de estudio, los cuales yo me dedicaba (y me dedico) a apoyar quincenalmente. A menudo también realizo diferentes monográficos relacionados con Un Curso de Milagros y también he estado impartiendo (y sigo haciéndolo) vía online, mediante grupos de Zoom y terapias privadas

Últimamente me he dado cuenta de que enseño el Curso para aprenderlo, antes lo decía de boquilla, pero cada vez que me siento con los estudiantes me doy cuenta de que aquello que parece ser de otros, en realidad contiene “una carta para mí”. Y en eso estamos, abriendo cartas y contestándolas. 

Y continúo escribiendo, y actuando. Cuando se puede y, a menudo, cuando no se puede.:)