No hay nadie que sea tan severo contigo como lo eres tú mismo. Sufres de una sensación básica de inadecuación e indignidad. Sientes que has cometido errores terribles que tarde o temprano serán castigados. Estos problemas de autoestima son los condicionamientos de tu encarnación. Y estás aquí para resolverlos. La única vía de salida es expandir tu conciencia de tu propia culpa y de tus creencias y hábitos de interacción con los demás y contigo mismo basados en el temor.

Buscar a alguien “especial” que te proporcione el amor que necesitas tampoco será de ayuda, ya que no podrás evitar estar cara a cara con tus propias heridas. Y ese alguien especial, así como tus relaciones más próximas, están aquí para ayudarte a ver tu propia necesidad de curación, y tú desempeñas esa misma función en sus vidas.

Lo mejor que podéis hacer es aumentar vuestra conciencia del amor que necesitáis, y comenzar a responsabilizaros de dároslo a vosotros mismos. Si no asumes esa responsabilidad, la de traer amor a tus propias heridas, no saldrás del círculo vicioso de ataque y defensa, culpa y castigo, etc. y continuarás reforzando tu creencia inconsciente de que eres incapaz de ser amado y de amar.

Hasta que te mires en el espejo y veas tus propias creencias reflejadas allí, estarás usando a toda hermana y hermano con el que te encuentres como espejos para mostrarte lo que piensas de ti mismo, y tenderás a pensar que lo que ves es lo que debe aprender el otro. Debes detener el juego de la proyección. Este juego oculta tu impulso inconsciente de muerte detrás de una fachada de culpa y moralidad condicionada. Es paradójico, pero cada vez que proclamas tu inocencia a expensas de un hermano, también estás reforzando tus sentimientos de culpa e inferioridad.

No hay más salida que dejar de culpar. Aunque “eso” no sea muy popular. Los que no se unen al juego de proyecciones del mundo son los primeros en ser atacados. Puesto que amenazan el juego del mundo, la estructura moral de la sociedad, basada en buenos y malos, premios y castigos, etc. Frente a la llamada a castigar, existe la llamada al perdón.

Todos los errores tienen que ser corregidos de la manera correcta, de lo contrario la corrección es un ataque. Oponerse a una idea falsa, tratar de dominarla o discutir con ella es reforzarla. Ese es el camino de la violencia. El camino de Dios no es violento, demuestra la respuesta en el mismo planteamiento del problema. Lleva amor, y no ataque, a los que sienten dolor. Sus medios son consistentes con sus fines. Hacer el mal es enseñar culpabilidad y perpetuar la creencia de que el dolor y el sufrimiento son necesarios. Hacer el bien es enseñar amor y demostrar su poder para superar todo sufrimiento. Para hacer el bien, haz el bien. El error tiene que ser deshecho. Y como la raíz de todo error es el temor, únicamente deshacer el temor traerá la corrección.
El amor es la única respuesta que deshace el miedo. Ama a cualquier persona o situación que evoque temor en ti, y el temor desaparecerá. El miedo es “la ausencia de amor”. Por tanto, no puede existir cuando el amor está presente. La única creencia que tiene que ser cambiada es que crees que no eres digno de amor, ni capaz de amar a otro. Cambia esa creencia errónea acerca de ti mismo y toda la negatividad desaparecerá de tu vida.

Tú no eres una simple acumulación de todas tus creencias y acciones negativas. Eso es lo que crees ser, pero no lo que eres. Tú eres el Hijo de Dios, y todo lo que es bueno y cierto acerca de Dios, lo es acerca de ti. Acepta este hecho y tu vida se transformará. Acéptalo acerca de tu hermano, y todo conflicto entre vosotros terminará.
Lo que ves es un resultado directo de lo que crees, si crees que eres culpable, entonces verás un mundo culpable, que será “castigado”, y tú también. Es una manera muy sutil de flagelarte, pero no deja de ser una flagelación. Rechaza todo concepto de culpa, individual y colectivamente, y “vuelve a casa”. En ese día, cuando veas que tu bien y el de tu hermano son uno y lo mismo, todo lo que te separa de Dios caerá, y te alzarás junto a Él en todo tu esplendor.

Entonces conocerás el amor que Dios siente por ti más allá de cualquier duda, que Él jamás te abandonó. Entonces conocerás el poder de tu mente para crear, y elegirás crear con Dios, y no separado de Él.

Texto basado en el libro «Amor sin condiciones» de Paul Ferrini, adaptación libre de Xavi Demelo

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