Pregunta:

Hola Xavi,

Te explico “la película de mi personaje”.

Hace 17 meses murió mi marido de un infarto fulminante. Estaba bien, sin antecedentes, vida sana, comía lo más ecológicamente posible, aun así su “vida” acabó en un instante. Fue al atardecer, yo estaba con él. En cinco minutos se marchó.
Tengo un hijo adolescente que se quedó sin padre.
Con su “muerte” se ha muerto una parte de mí. *Había tanto AMOR!!., acompañamiento, respeto, etc. Conectábamos en todo. Era un gran compañero de viaje…No idealizo, también había algún conflicto, pero hablábamos y veíamos las dificultades de cada cual y nos ayudábamos..
Mi hijo también tenía un buen vínculo con él, compartían muchas cosas.

Pues él ya no está en el mundo de las formas. A pesar de que sé que la muerte no existe, y que durante estos meses lo he sentido conmigo, he sentido su amor, he tenido experiencias donde he sentido que el AMOR es lo único que existe…me siento tan triste.!!!

¿Qué he hecho durante este tiempo de luto?
Terapia a saco, de hecho, desde los 18 años estoy haciendo terapia…con algunas pausas, pero ahora estoy con una psicóloga especializada en luto y también últimamente estoy con otra psicóloga que trabaja con emdr.
Y llorar, llorar, llorar…
Tengo mucho trabajo y esto me ayuda mucho.
Mi hijo también va a una psicóloga especialista en duelo, y tenemos muy buena relación, hablamos mucho… aun así siento tanta pena porque se ha quedado sin su padre…

¿Cómo puedo enfocarlo con el perdón?
Me perdono para pensar que la muerte es real? ¿Lo entrego al Espíritu Santo?
Esto lo he venido haciendo durante el año pasado, también es cierto que no lo practicaba cada día. ¿Quizás lo tengo que hacer durante más tiempo?
Ya sé que soy muy impaciente, la confianza en la vida es algo que me cuesta, me perdono y lo entrego.

Pues si me puedes echar una mano, te lo agradezco mucho.

Gracias gracias gracias

Respuesta:

Pues sí, tú misma lo dices, es la película de tu personaje, una película que le va muy bien, puesto que arranca de guionistas y directores que se hallan muy profundamente arraigados en los programas de nuestro inconsciente. Pero no olvides que esos programas los creamos y elegimos nosotros y que, por tanto, la experiencia que creemos que vivimos, es un efecto y no su causa. Y el efecto se presenta ante ti, una y otra vez, para que esos programas queden al descubierto y puedas deshacerlos, puedas deshacer la causa. Una vez deshecha esa causa, los efectos desaparecerán. Cada pensamiento que viene que pretende interpretar la muerte de tu esposo como justa o injusta, cada juicio sobre la mala suerte que tiene tu hijo por haberse quedado sin padre, es una oportunidad para pararte en el momento presente y elegir de nuevo entre el sistema de pensamiento del ego y el sistema de pensamiento del Espíritu Santo. Perdonarte, entregar ese juicio al Espíritu Santo y escoger la paz de Dios (que eres tú, no lo olvides). Escoger la paz interna que sobrepasa todo entendimiento. Porque el entendimiento es del ego. Y debajo de todo ese entramado de pensamiento enjuiciador, existe un Ser real que no puede ser amenazado, aunque las ramas de lo irreal, de lo que no existe, momentáneamente no nos dejen ver el bosque donde radica la Paz de Dios. El método es sencillo, pero no quiere decir que sea fácil, ni mucho menos. Pero es mucho más perjudicial seguir resistiéndonos y rebelándonos internamente contra aquello que ya no tiene remedio, que pertenece al pasado. El tiempo no existe, el dolor tampoco, ni la muerte, ni cualquier pérdida que creamos que sufrimos, pero eso no podemos vivenciarlo hasta que no lo trascendemos desde el tiempo lineal, desde la aceptación del dolor, de la muerte, de la pérdida. Así se hace el Curso, en el momento presente, eligiendo una y otra vez mentalmente esa paz interna que siempre está ahí. A veces cuesta, a veces no tanto. Pero cada vez cuesta menos y, en cualquier caso, siempre podemos permitirnos sentir dolor sin resistirnos, sin añadirle sufrimiento, que son dos conceptos muy diferentes.

No hacemos el Curso para que el trabajo mejore, ni para obtener más abundancia, ni para encontrar una pareja mejor, ni para conseguir, como es tu caso, olvidar el duelo. Hacemos el Curso para recordar Quienes somos en realidad, y todo lo demás se nos da por añadidura, y normalmente pasa cuando empezamos a dejar de darle tanto valor a las cosas del mundo y dejamos de hacernos las preguntas que proceden del ego: ¿Cuándo lo tendré? ¿Cómo llegará?

Cuando comenzamos a recordar Quienes somos con mayor frecuencia y en períodos cada vez más largos, empieza a caer el velo del templo y entendemos de forma vivencial, y no intelectual, que todo aquello que nos pasa forma parte de un Plan Infinito necesario para recorrer ese camino, que vemos como un camino de espinas solo porque el ego, en su defensa a ultranza en contra de su des-hacimiento, juzga como triste, injusto, víctima de la mala suerte, por culpa del destino, Dios, etc.

La defensa del ego se basa en que no nos hagamos cargo de nuestro potencial como Dioses creadores y capaces de proyectar aquello que creemos que nos pasa. Puesto que si permitiera que ésto ocurriera, nos daríamos cuenta de que podemos cambiarlo. E incluso, cuando comenzamos a tener conciencia de esto y comenzamos a cambiarlo, mediante el perdón y la entrega de nuestros juicios, el ego nos engaña con la noción del tiempo lineal, con pensamientos tipo “Esto no llegará nunca”, o con los juicios que indican separación “Es muy difícil que esto lo deshaga/arregle yo solo”. Y buscamos ayuda en el mundo de la Magia, en tratamientos, medicinas, psicologías varias, doctrinas, autoayudas, etc. Y no nos damos cuenta de que lo único que estamos haciendo es paliar los efectos en lugar de deshacer las causas. Como el propio Curso dice: Estamos intercambiando unas ilusiones por otras. Esto no quiere decir que no tratemos el cuerpo y al cerebro como parte de él para aliviar los síntomas, pero mientras creamos que nuestra paz y nuestra felicidad proviene de cambiar sucesos que solo pasan en el mundo de las formas, estaremos intercambiando ilusiones y no cambiando nuestra percepción, que es la causa de nuestro sufrimiento.

Yo también estuve catorce años en terapias varias, y logré cambiar mi programa de querer suicidarme por el de querer sanarme. Un buen día me di cuenta de que las respuestas siempre eran las mismas, a las mismas preguntas. Lo único que cambiaba, una y otra vez, era la forma de preguntarlas y de responderlas. El fondo era el mismo: “Busca pero no halles”, el mantra del ego. Entonces decidí ser mi propio terapeuta. Luego, comencé a estudiar y a obtener títulos y a intentar salvar a los demás, que venían a mí con las mismas preguntas y a los que yo les daba las mismas respuestas. Que no me servían ni a mí.

Entonces llegó a mi vida Un Curso de Milagros. Y, más tarde, la vocación de compartirlo y ayudar a otros en la comprensión y aplicación del Curso. Y, poco a poco, comencé a dejar de intentar cambiar mediante el Curso aquello que no me gustaba de mi irrealidad exterior, para intentar sentirla y cambiarla en mi interior, en mi momento presente, mediante el perdón y la entrega de esa visión perteneciente al mundo del ego y sus prejuicios. Y una cosa de la que me doy cuenta una y otra vez es que no puedo ponerle fecha a mi cambio de percepción, que tengo que aceptar todas las circunstancias que proyecto en mi vida y que juzgo como externas a mí como oportunidades de perdón y de avance hacia el conocimiento final. Que, evidentemente, no sé cuándo llegará, porque mi percepción de ese tiempo que no existe está sesgada y las prisas, impaciencias y rebeliones mentales que experimento hoy sí y mañana también son oportunidades para elegir de nuevo. Y que forman parte de mi papel en el plan para la Salvación, aunque no comprenda aún del todo ese concepto.

Las relaciones especiales son una de las mayores fuentes para el despertar de este mundo de sueños. Son relaciones que vienen a nosotros con etiquetas muy marcadas sobre cómo deben ser, como debe comportarse el otro, etc. Y especialmente con nuestros hijos, sobre los cuales proyectamos nuestros miedos más profundos, disfrazados de ese programa de protección biológica que nos hace pensar continuamente en cómo salvarlos de los demonios del mundo y del ego.

No hay nada que salvar, tan solo debemos reconocer en nosotros mismos esos pensamientos de miedo, y perdonarnos a través de lo que vemos en ellos y en su hipotético futuro, puesto que eso que vemos es nuestro, y nos es mostrado para que lo sanemos. Y así, podamos liberarnos y liberarles a ellos para que puedan también vivir su experiencia de perdón y sanación. O no, pero no estamos aquí para juzgarles ni para juzgar su experiencia, puesto que cada vez que lo hacemos, a quienes estamos juzgando es a nosotros mismos y estamos apoyando que ese sueño de separación vuelva a nosotros una y otra vez. “Aquello a lo que te resistes, aquello persiste”.

“Todas las cosas obran conjuntamente para el bien, en esto no hay excepciones, salvo a juicio del ego, » T-4.V.1:1-2. Si no acepto esta máxima, estoy eligiendo el sistema de pensamiento del ego. Pero no pasa nada, no añado más culpa, me perdono y entrego ese juicio, esa visión irreal al Espíritu Santo. Perdono y confío, una y otra vez. “Solo la paciencia infinita produce resultados inmediatos”. Pongo un pie delante del otro y voy dando pasitos, y confío en que “Todo lo que pido ya me ha sido dado”, lo que pasa es que necesito transitar un Camino, con sus aparentes pérdidas, con sus obstáculos, con sus recovecos, con sus distracciones, que son las señales para elegir de nuevo, una y otra vez, hasta que lleguemos al conocimiento, que no es sino la comprensión definitiva de nuestra infinitud, de nuestra unión con Dios.

“Me cuesta confiar en la vida” es un juicio contra ti, la Vida eres tú. La vida, con minúsculas, no existe. No te la creas, es una ilusión. Utilízala para despertar a la Vida Eterna, que no tiene nada que ver con la muerte.

“Ya sé que soy muy impaciente”, es otro juicio contra ti. Tú eres la Paciencia, pues dentro de ti hay una voz que dice y manifiesta que la paciencia, tal como se entiende en el mundo de las formas, no existe, ya que el tiempo no existe y no hay nada que esperar, puesto que está Todo ahí. Ya vino de serie.

“Siento tanta pena porque se ha quedado sin padre”. Otro juicio, que hace que veas a tu hijo con los ojos del cuerpo, que empatices con algo que solo está en tu mente. Debes verlo como el Ser divino que es, y perdonarte esa interpretación que haces de una circunstancia que solo existe en tu imaginación, pero que traes una y otra vez desde tu sombra porque quiere ser perdonada y sanada, aunque tu ego escoja darle vueltas a algo que no tiene respuesta, como todas las preguntas del ego. Este juicio es para que tú veas a través de tu hijo tu propia idea de separación del Padre, y te la perdones, dando así un paso adelante en ese regreso a casa, como Hija pródiga que eres, que somos todos.

“Me siento tan triste”. Bien, ya has pasado con creces la etapa de permitírtelo sentir. Ahora, si sigues sintiéndote triste, es porque sigues juzgando la situación como injusta, víctima de la mala suerte, el destino, etc. Dice un Curso de Milagros que si estás triste es porque te has equivocado en tu escala de valores. Tienes que dar el paso de ver Más Allá. Más allá de ver a tu marido, a tu hijo y a ti misma como cuerpos. Más allá de tu interpretación egoica, y pedir inspiración al Espíritu Santo para ver esto de otra manera, diciéndole estas palabras:

«Deseo la paz de Dios”. Decir estas palabras no es nada. Pero decirlas de corazón lo es todo. Si pudieras decirlas de corazón, aunque sólo fuera por un instante, jamás volverías a sentir pesar alguno, en ningún lugar o momento.» W-pI.185.1:1-3

«Cuando de alguna manera tu paz se vea amenazada o perturbada, afirma lo siguiente: No conozco el significado de nada, incluido esto. No sé, por lo tanto, cómo responder a ello. No me valdré de lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora.» T-14.XI.6:6-9

Y recuerda: Debajo de la tristeza, la injusticia, el miedo, la rabia, la culpa, etc. (que no existen, en realidad) está tu paz interna. No es algo que haya que alcanzar cuando todo lo anterior se vaya. Es al revés: todo lo anterior es para que tú despiertes y escojas esa Paz que ya está ahí.

Gracias por compartir y por permitirme aprender.

Xavi

Imagen de Dimitri Houtteman en Pixabay

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