Pregunta:

Buenos días! Toco ciertas fibras en mí que saltan como resortes cuando se trata de temas de compromiso, responsabilidad (en el sentido de ser coherente con una toma de decisión, por ejemplo) y aunque respiro, me perdono, lo entrego al Espíritu Santo… veo que aún hay algo no resuelto y cuanto más profundizo llego al apego… por una vocación, un tema social, algo familiar, amistoso,… y me sorprende cómo en líneas generales no tengo el ojo puesto en los demás, sino en mí y el juicio es en mí… sé que me tomo la vida como si fuese a heredarla jijijijijijiji dándolo todo, me falta humor para verme con perspectiva y reírme de ello jijijijijijii. Estoy segura que me quitaría una losa inmensa!
Verbalizarlo es difícil… gracias…
A.

Respuesta:

Los compromisos, responsabilidades y tomas de decisiones en realidad no existen, son proyecciones del ego en forma de obligaciones que nos encorsetan y nos hacen vivir en los miedos al qué dirán, que pensarán, qué es lo que se espera de mí, que pasará o que no pasará si no hago esto o lo otro, etc. Es imposible hallar la solución a todos estos debates internos en el programa que nos domina, puesto que no lo hay, el programa no tiene soluciones, solo preguntas. «Busca pero no halles, ese es el mantra del ego».
La verdadera coherencia es buscar respuestas en nuestra naturaleza divina, que las tiene todas. Y para eso buscamos a su intérprete, que es el Espíritu Santo. Pedimos un instante Santo, libre de juicios, y entregamos esa decisión, pidiendo inspiración. O sea, tomamos la decisión de no tomar decisiones. Y respetamos el «tiempo del Espíritu Santo», que evidentemente no es el nuestro, ni el que nosotros quisiéramos, sino el que necesitamos. Y aceptamos que esa situación tomará su tiempo en resolverse o no.
Yo me quedo impresionado a menudo de ver como situaciones que mi ego considera problemas muy profundos que debe solucionar YA (piensa siempre el ego que lo debe hacer todo él solito), una vez entregados al juicio de Aquel que sabe (puesto que no entregamos las situaciones, ya que estas no existen en sí mismas, sino los juicios que proyectamos sobre ellas, sobre nuestros hermanos o sobre nosotros mismos), o bien se resuelven solos, o bien dejan de pertenecer a la categoría de problemas y pasan a la de circunstancias para aplicar el perdón. O ambas cosas. Y después, escojo mi paz interna.

Y si tengo que hacer algo, el Espíritu Santo me lo dice y entonces lo tengo tan claro que ya no hay ideas contrapuestas. A eso se le llama salir del miedo y entrar en el Amor. Solo estando en el Amor podemos escuchar su voz. Como siempre digo, el miedo es un sentimiento tan denso que no deja que entren esos mensajes ni que podamos escuchar Su Voz. «Antes de sentir paz, debes dejarte en paz». Y esa paz te lleva directamente al humor. Doy fe de eso. Cuando estoy en paz, me siento de un humor excelente. Cuando creo que tengo cosas que resolver, el miedo no me permite que el humor aflore.

Y si en lugar del Espíritu Santo es el ego quien de alguna manera solapada me está intentando aconsejar (puesto que el ego en realidad desea ser “él” quien haga el Curso y decida hasta qué punto sigue siendo el guardián de nuestro sistema de pensamiento, qué ideas sí aplica y cuáles no, etc.), me voy a dar cuenta tarde o temprano, puesto que sentiré miedo, ira, rabia, depresión, tristeza, etc. Pues nada, es el momento de aplicar de nuevo el bálsamo sanador del perdón y entregar aquello que formó la herida, o sea el juicio, al Espíritu Santo y (nunca mejor dicho), Santas pascuas! Por eso también practicamos, para equivocarnos, perdonarnos y aprender cómo, perdón a perdón, vamos cambiando nuestra percepción del mundo de las formas.
«Esto es demasiado serio para que me ría ahora». ¿Te suena? Es parte de mi sombra. O de la tuya, o de la de todos. Nada es demasiado serio como para no tomarlo a broma. Cuando pensamos que es “serio” en realidad nos estamos dejando engañar por un sistema de creencias que nos dice lo que está bien y lo que está mal, lo que es justo e injusto, lo que debo pensar o lo que no, ya que así, cada vez que “fallemos” (lo cual hacemos constantemente, puesto que en realidad no somos tan dementes todo el tiempo como el sistema de pensamiento del ego nos quiere hacer creer, sino que tenemos atisbos de paz y vislumbramos de vez en cuando el Ser que somos y la absurdidad de ciertas actitudes y prejuicios), nos sentiremos “malos”, “no merecedores”, etc. O sea, nos convertiremos en culpables que viven esperando un castigo. O lo que es lo mismo, viviremos en el miedo. Miedo incluso a reírnos de nosotros mismos. De eso a enfermar, solo hay un paso. Como dicen en algunas antiguas tradiciones: “Tres días pensando en lo mismo, enfermedad segura”.

Como dijo alguien: “La salud es una cosa demasiado importante para dejarla en manos de los médicos”, jejeje.

Y recuerda: Es lo mismo juzgar a tu hermano que a ti misma: PUESTO QUE SOIS LO MISMO. Pertenecemos a un mismo SER. Y es para tener esa conciencia hacemos este Curso tan maravilloso.

Gracias por permitirme ayudar.

Xavi

Imagen de Andrew Martin en Pixabay

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