Pregunta:

Hola, Xavi quisiera preguntarte un poco acerca del tema de la GENEROSIDAD (pág. 15, Manual para el maestro).  No me quedó muy claro… Algún ejemplo y/o aclaración y/o interpretación.  Te la agradecería.

Lo que no entendí del texto es lo siguiente:

“El maestro de Dios no quiere nada que él no pueda dar, pues se da cuenta de que, por definición, ello no tendría ningún valor para él. ¿Para qué lo iba a querer? Sólo podría perder por su causa. No podría ganar nada. Por lo tanto, no busca nada que sea sólo para él, ya que eso sería la garantía de que lo perdería.”

Gracias Xavi por tus enriquecedores comentarios

M.

 

Respuesta

Hola, M.

Como ves, ya al principio del subcapítulo el Manual te dice que el concepto generosidad tiene un significado diferente para el maestro de Dios. Desde el punto de vista del ego, «generosidad» implica siempre o casi siempre «sacrificio». Yo doy algo, o hago algo por alguien y eso implica «perder» ese algo o hacer un «esfuerzo» (algo que normalmente desde el ego no quisiera hacer, que implica un sacrificio). También implica de alguna manera la idea de que «yo soy mejor que tú, puesto que soy generoso y te doy aquello que, desde el punto de vista del mundo de las formas, cuesta mucho dar (o está considerado como algo que cuesta dar)» Pero desde el sistema de pensamiento del Espíritu Santo, lo que hago por los demás no significa una pérdida o un sacrificio, sino una manera de «conservar» y perpetuar aquello que es mío por derecho propio y, no lo olvidemos, también de nuestro hermano, puesto que todos somos Uno. O sea, que ser generoso desde este nuevo punto de vista no es una cualidad «especial», sino una manera de ser intrínseca, natural e inherente al maestro de Dios.

Vamos a intentar “desmenuzar” un poquito el texto:

«El maestro de Dios no quiere nada que él no pueda dar, pues se da cuenta de que, por definición, ello no tendría ningún valor para él. » Si no lo podemos dar, es que no es nuestro, no pertenece a nuestra naturaleza divina, no es una extensión del Amor, sino que es algo del ego, algo irreal, una ilusión. Algo que creemos que debemos poseer para ser más felices, en una palabra: un falso ídolo.

            «¿Para qué lo iba a querer?»  Para tomar conciencia, después de perdonarse, de             que eso no es de Dios, sino del ego.

«Sólo podría perder por su causa.» Evidentemente, si cree que dando o tomando «eso» en el mundo de las formas, algo va a cambiar en su interior por sentirse más generoso, diferente y especial, eso perpetuaría las ilusiones y retrasaría su despertar, puesto que sería una paso más hacia la sensación de separación y “especialismo” (que tanto le gusta al ego) y una involución en el camino hacia la vivencia de Unión que supone este Curso.

«No podría ganar nada». Porque no hay nada que ganar: «Aquello que pides ya te ha sido dado», dice muy sabiamente UCDM.

«Por lo tanto, no busca nada que sea sólo para él, ya que eso sería la garantía de que lo perdería.» Esa es la “generosidad‴ del mundo, basada, en el fondo, en un sentimiento de miedo, carencia y escasez (cuando doy, queda menos para mí, así que soy generoso por eso). Por eso se le da tanto valor a la «generosidad», porque parece que cuando se da, se pierde eso que se da. Por tanto si creemos que lo que damos es nuestro, y solo nuestro, esa es la garantía de que lo perderemos, de que lo entregamos a otro cuerpo, otro ego separado de nosotros. Ese es el sistema de pensamiento del ego. En el sistema de pensamiento del Espíritu Santo, dar y recibir es lo mismo, la abundancia es Una, y solo Una, igual que todos somos Uno. Y lo que entregamos, vuelve a nosotros cuando lo necesitamos. No cuando creemos que lo necesitamos, según el sistema de pensamiento del ego, sino cuando lo necesitamos realmente. Cuando pedimos y confiamos en Aquel que sabe. Cuando NO negociamos.

Lo único que cambia es nuestra percepción de dónde, cuándo y cómo percibimos esa abundancia. Y esas preguntas del ego son señales para perdonarse y entregar esos juicios preconcebidos de lo que es mío y lo que es tuyo, puesto que, en última instancia, todo es de Dios. Y Dios somos nosotros y nuestros hermanos (sin los cuales no podríamos evolucionar, ellos son nuestro «campo de trabajo»). Por tanto, lo natural es permitir mentalmente que todo circule, independientemente de lo que crea el ego sobre esa «circulación», la cual, repito, querrá tildar de «generosa o tacaña», depende de dónde quiera percibirla y con qué criterio mundano la califique.

Y un concepto muy importante: No importa tanto lo que pase en el mundo de las formas, sino cómo decidamos mirarlo y vivirlo en nuestra mente. Por tanto, ante cualquier circunstancia que nos confronte con la «generosidad» del mundo y nos haga sentir culpables por no tomar esa o aquella decisión, ¿Qué es lo que debemos hacer?

Pues es muy sencillo (aunque nuestro ego no se «acordará» hasta que estemos entrenados en el Curso, os aviso): Tomar la decisión de no tomar decisiones, pedir un Instante Santo y esperar la respuesta.

Y no olvidemos que no estamos aquí para “salvar” a nadie, solo a nosotros mismos. La generosidad del maestro de Dios tiene que ver con la visión real del otro, con la visión de su perfección, y nunca jamás con la empatía y con el comulgar con el sueño de mi hermano, haciéndolo más fuerte y perpetuando así el nuestro.

Puesto que aquello que nuestro hermano pide no es necesariamente lo que necesita, igual que nos pasa a nosotros. Y como no tenemos que decidirlo ni arreglarlo todo nosotros (aunque el ego nos lo quiere hacer creer, así se asegura el sufrimiento), le pasamos esa papeleta al Espíritu Santo, que es Quien tiene toda la información. La real, no la sesgada por lo que está bien y lo que está mal, justo o injusto, etc.

Gracias por permitirme aprender un poco más sobre la generosidad.

Xavi

Imagen de truthseeker08 en Pixabay

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