Pregunta:

Hola, Xavi

Quería hacerte una consulta. Quiero encontrar el porqué de mi existencia. Cual es mi propósito en esta vida. Cuando me preguntaste en el taller de oratoria cual era mi profesión no sabía qué poner…así que decidí poner aquello a lo que en aquel momento me estaba dedicando. Pero cuando hago meditación siempre pregunto cual es mi vocación… Aún no he recibido respuesta. ¿Tú sabes qué es lo que tengo que hacer? Es que a veces, tengo unas prisas…

Un abrazo.

Respuesta:

Creo firmemente que frases como “encontrar mi verdadera vocación” son espejismos del ego, como lo puedan ser “encontrar mi media naranja”, o “Cuando pase esto o lo otro, seré feliz…” (póngase aquí lo que se quiera y aplíquese la propiedad conmutativa, de forma que quede así: “Seré feliz, y luego pasará esto o lo otro. O no, en cuyo caso, como seré feliz, me importará un rábano que no suceda).

Yo mismo estuve obsesionado por este tema, la vocación, hasta los cuarenta y pico de años. Inclusive he usado a menudo, sobre todo cuando hablaba con jóvenes, la frase, consoladora donde las haya: “No te preocupes, yo aún la estoy buscando”. Y era cierto, porque la buscaba afuera. En aquellas vocaciones que me enseñaba el sistema de pensamiento del ego. La buscaba en profesiones regladas que no ejercí, en carreras universitarias en las cuales ni siquiera me matriculé, en luchas y rebeldías contra el mundo y el sistema, que a punto estuvieron de desintegrarme el hígado y empujarme al suicidio, y en montar negocios tan lucrativos (que en su momento dejaron de serlo) como una empresa de planchado de ropa de confección, una agencia matrimonial y de contactos, una productora y distribuidora artística, una empresa de foundraising etc. Había que ser “algo en la vida”. No me daba cuenta que yo ya era ese Algo, con mayúsculas, y que no tenía ninguna necesidad de ponerme etiquetas.

Por último, decidí emplear mi tiempo en diversas idas y venidas para llenar el carrito de la compra en el supermercado espiritual, donde fui víctima, por decisión propia, de muchos ataques de titulitis, acumulando diplomas que, fíjense qué injusticia, nadie jamás me pidió después. ¡Pero los tengo en un cajón, cuidadín que puedo presentarlos en cualquier momento!

Después llegó una etapa de mi vida en que las diferentes vocaciones peleaban ferozmente entre ellas para ocupar el primer lugar en el discurso de presentación que mi personaje quería emitir, buscando la aprobación de los demás. Para ilustrar este período, les invito a escuchar con los ojos (sí, no hay presupuesto para grabaciones) una conversación típica de esa época:

Conversación entre una persona que hace tiempo que no me ve (P) y yo (Xavi Demelo):

-P: ¡Hombre, Xavi! ¡Cuanto tiempo!
-Xavi Demelo: Pues sí, ¿Como estás? (pregunta de compromiso, no te interesa realmente como está el otro, solo lo estás preparando para soltarle el rollo)
-P: Bien. (Mentira). ¿Y tú? ¿A qué te dedicas ahora? (la pregunta del millón, del millón de respuestas)
-X: Pues hago espectáculos de cuentos infantiles, también para adultos, me he especializado en temas de sensibilización, ¿sabes? (No lo sabe, pero no importa, aquí estoy yo para explicárselo las veces que haga falta). Soy monologuista, doy talleres para aprender a hablar en público y para aplicar el humor en la comunicación, soy terapeuta, escribo, he publicado un libro hace poco (Eso que no falte, reconozco que esta parte del libro aún la digo, porque inmediatamente después abro la mochila y le vendo un ejemplar al incauto que me paró por la calle. Eso sí, firmado y dedicado. Que quieren que les diga, mis hijos comen cuatro veces al día. Es mi culpa, los he mimado demasiado), imparto cursos de crecimiento personal, vendo espectáculos, dirijo y escribo teatro, etc, etc…
-P: … (No dice nada, o formula una frase de cortesía. Si por él fuera, se marcharía con viento fresco, pero está acorralado entre mi egoica verborrea y su programa mental que le dice que sería una falta de respeto dejarme plantado en medio de la calle)
-X: (Ahora viene el capítulo “proyectos de futuro”): Y ahora estoy en un proyecto donde vamos a hacer, con unos socios del campo, teatro de sensibilización para las vacas que consumen pasto ecológico. El proyecto se llama Cabaret Vacuno, y su finalidad es entretener al personal cuadrúpedo para que obtener de él una leche mejor, más rica en aminoácidos (por decir algo), y venderla luego mediante máquinas expendedoras en la Facultad de Bellas Artes, la Escuela de Arte Dramático y… (En este momento, P está dudando entre agredirme verbalmente, físicamente o castigarme con el látigo de la indiferencia absoluta, dejándome allí plantado con la palabra en la boca. Pero opta por disimular – otra vez el programa – haciendo ver que le interesa el tema, y sigue aguantando el chaparrón. Yo me doy cuenta de que es tan buen actor que a punto estoy de ficharlo para el Cabaret Vacuno de marras…) ¿Te parece que tomemos un cortado en ese bar y te lo explico? A lo mejor, incluso te interesa…

Etc, etc.

Ahora soy humorista terapéutico. Y punto. Ni siquiera sé lo que significa y ni siquiera me puse yo esa denominación, fue un editor de Madrid llamado Sebastián el que me denominó así, a quien le agradezco profundamente el detalle. Denominado estoy, pues.

Por lo que he ido descubriendo, un humorista terapéutico se dedica a reírse de sí mismo, por lo menos de su parte egoica y falsa, de su personaje, esperando entrever al Ser en cada sonrisa, en cada guiño, en cada gag. Ahí está el Maestro Interno, en esa contemplación de las pequeñas miserias y ridiculeces del ego. Y en no tomarlas en serio jamás de los jamases. Y en compartirlas con nuestro hermano, que es Uno con nosotros, sobre todo con aquel que se toma tan en serio a sí mismo que no se da cuenta de que se está separando de todos y de Todo. Algo que veo una y otra vez en muchos los asistentes a mis grupos, seminarios y talleres. Gente bienintencionada, pero que se toma tan a pecho su crecimiento personal, su iluminación, etc., que lo convierten en parte del sueño del que no quieren despertar. Obsesionarse por ser un maestro ascendido, quinto dan de reiki o cinturón negro en astrología tibetana es lo mismo que hacerlo por conseguir un máster en administración de empresas. Una vez más, es indiferente qué motivo utilices para tu guerra interna. Ninguno te llevará a la paz si escoges vivirlo como una obligación del ego.

¿Me estoy poniendo muy serio y grandilocuente? Perdónenme, mi personaje me ha invadido de nuevo. Me lo perdono de corazón y confío, me lo perdono y confío, perdono y confío… (cortar y pegar cuantas veces sean necesarias)

Esa es ahora mi vocación. O por lo menos, mi interpretación actual de la vocación. ¿Cuanto tiempo lo será, considerando que el tiempo, tal como lo concibe el sistema de pensamiento del Espíritu Santo, no existe? Ni lo sé ni me importa.

Pero si no les gusta, tengo otras. (Groucho Marx)

PD: Ya sé que debería darles un consejo. Pero prefiero que hable Un Curso de Milagros por mí:

“Si estás dispuesto a renunciar a tu sistema de pensamiento y ofrecérmelo a mí, yo lo corregiré con gran delicadeza y te conduciré de regreso a Dios” T-4.I.4:7

NOTA DE ESTILO: He decidido no usar emoticonos, “jejejes‴ y “jajajas‴ porque confío plenamente en la sutileza del lector para que pueda, mediante el humor que intentan reflejar estas letras, entrever a su Maestro Interno sin necesidad de que yo se lo señale. En caso de que creáis que necesitáis esas muletas, por favor escribidme y estaré encantado de enviároslas.

Xavi

SESIONES ONLINE SEMANALES

¡Anímate y apúntate al grupo online
Milagros Cotidianos!